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LOS PESCADORES DE TRÉPANG

hambrientos comieron poco, porque la inquietud les había quitado el apetito.

Después de apagar el fuego, que pudiera descubrirlos a los salvajes que quizás hubiera por aquellos contornos, se tendieron en la yerba y esperaron impacientes la luz del nuevo día para seguir buscando a sus compañeros.

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