Página:Los pescadores de Trepang.djvu/250

Esta página no ha sido corregida
EMILIO SALGARI


Al llegar la noche, rendidos de fatiga, hambrientos e inquietos, se detuvieron al pie de un árbol del pan, de enorme tronco.

—¡Pobre tío!—dijo Cornelio con tristeza—. ¡Qué mal rato estará pasando!

—Ya lo encontraremos, señor Cornelio. Mañana al amanecer nos pondremos en marcha y discurriremos el modo de comunicarnos con él.

—¡Qué mala noche pasará, Horn! Quizás crea que hemos caído en manos de los papúes, y hasta nos tenga por muertos.

—Sabe que estamos armados y que sabemos defendernos. Confiemos en Dios.

El piloto, aunque aquejado por tristes pensamientos, cortó aquella penosa conversación, encendiendo fuego y poniendo a asar sobre las brasas algunas chuletas del babirussa. Después, a falta de sagú, pues lo habían dejado en el bosquecillo de nueces para andar más ligeros cuando emprendieron la carrera tras del babirussa, echó mano de algunas frutas del árbol bajo el cual estaban.

Eran del tamaño de melones medianos, cubiertas de una piel rugosa, y contenían en su interior una pulpa amarilla y tierna, que se prepara asándola sobre brasas. Sirve de pan, y tienen sabor parecido al de las batatas dulces.

La cena fué triste; y aunque los dos hombres estaban

254