—¿Qué es eso?—preguntó Hans.
—Los hornillos que construímos el año pasado. ¡Al trabajo, muchachos!
La otra chalupa va a llegar.
Los chinos cargaron de combustible las hornillas, les prendieron fuego y después colocaron encima las dos calderas, llenándolas de agua de mar.
La segunda chalupa, tripulada por los pescadores, llegó en aquel momento. La pesca había sido verdaderamente milagrosa, pues la embarcación venía tan cargada, que apenas sobresalía del agua.
Después de atracarla a la playa, los veinte chinos se pusieron a descargarla. En menos de una hora aquellos pescadores habían recogido cerca de cinco quintales de olutarias, pero no todas de una sola especie.
Entre ellas se veían las preciadas bankolungan, de once a quince pulgadas de largas, con el dorso obscuro, el vientre blanco y una costra calcárea en ambos costados, cubiertos, además, de verrugas.
Esta clase se pesca ordinariamente en los bordes interiores de los bancos de coral, a menos de braza y media de profundidad.
Había también muchas kichisan, de treinta centímetros de longitud, forma ovalada y piel negra recubierta de verrugas; talifan, de la misma longitud poco más o menos que las anteriores, de color rojo tostado, con una fila de espinas rojas en el dorso. Son las más tiernas, y por ello exigen cuidados especiales para prepararlas.