Página:Los pescadores de Trepang.djvu/236

Esta página no ha sido corregida
EMILIO SALGARI


De uno de los muchos bambúes que por allí había, cortó con el hacha un trozo del grueso del muslo, y lo dividió en otros trozos más pequeños cortándolo por cerca de los nudos.

—Aquí tienes una vasija—dijo tomando en la mano uno de ellos—. La caña de bambú está hueca, como sabes, entre cada dos nudos, lo mismo que cualquiera otra especie de cañas, y este trozo tiene sendos nudos en sus extremos.

—Ya comprendo: se hace un agujero en uno de los nudos, se echa por él el agua, se tapa después con un tarugo y ya está hecha la vasija.

—Efectivamente, Cornelio. Se explica que en tierras donde la Naturaleza nos da hechos tales utensilios, no haga grandes progresos la industria del hombre. Y ahora, acostémonos; que mañana tenemos que ponernos en camino.

Se habían ya guarecido en el cobertizo, cuando con gran sorpresa para todos ellos oyeron por el lado del bosque los ladridos de un perro.

—¿Los papúes?—preguntó Cornelio, poniéndose en pie de un salto.

—¡Imposible!—contestó el Capitán, arrojándose fuera con el fusil en la mano.

Horn y los tres jóvenes, muy alarmados, salieron también armados de sus fusiles. Los ladridos continuaban a intervalos regulares, pero sin acercarse.

240