—¿Por qué la golpeas así, en vez de sacarla?—le preguntó Cornelio, que seguía atentamente la operación.
—Porque está sujeta por una verdadera red de fibras—respondió el piloto—. Si no se rompen esas fibras no hay modo de sacarla. ¡Mirad, ahora!
El Capitán metió ambos brazos en el tronco y extrajo un gran puñado de harina, que salió mezclada con blancas y finísimas hebras, al parecer muy resistentes y tenaces.
—¿Se comen también esas hebras?—preguntó Cornelio.
—No—respondió el Capitán—; echarían a perder el pan, porque son leñosas.
—¿Hay que separarlas?
—Sí, y para ello construiremos un cedazo con hebras de coco, para perder menos tiempo.
El Capitán vació por completo aquella parte del tronco del árbol, y amontonó la harina sobre grandes hojas.
Después puso otra de las rodajas del tronco sobre la que acababa de vaciar y manejando con fuerza la maza, la despojó de toda la harina, repitiendo la maniobra con todos los trozos, y obteniendo en pocas horas muy cerca de ocho quintales de harina, que formaba un montón enorme.
Había aún que cernerla para separarla de las fibras; pero habiendo llegado la noche, se dejó aquella segunda