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XVII.—ENTRE LAS
FLECHAS Y EL FUEGO

L

os papúes van muy mal armados y son incapaces de resistir un ataque de hombres provistos de armas de fuego. Los arcos que emplean son de poca eficacia, sus mazas de palo valen poco, y sus lanzas tienen la punta de hueso; pero emplean un arma peligrosa: la flecha envenenada, que lanzan con cerbatana; arma que se presta mucho a la guerra de emboscadas, y que causa heridas mortales. No deben de haberla inventado ellos seguramente, sino que la habrán tomado de los malayos y de los naturales de la isla de Borneo; pero son muy hábiles en su uso.

Esa cerbatana, que los malayos llaman sumpitán, consiste en un cañuto de bambú de unos siete palmos de largo, muy bien pulido en su parte interior por medio de un hierro incandescente.

Soplando por ella, disparan hasta a setenta u ochenta pasos de distancia unas flechitas de bambú que llevan en la punta una espina larga y aguda y en el otro lado un taponcito de médula vegetal que ajusta perfectamente en el hueco de la cerbatana. Se sirven de ese artificio para cazar pajarillos, y también en la guerra, impregnando

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