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XV.—EL ASALTO DE
LOS COCODRILOS

C

uantos esfuerzos hicieron para poner a flote la embarcación fueron inútiles. La baja marea los había dejado en medio de aquel banco, que parecía ser muy extenso.

Como no querían abandonar la chalupa, que podía caer en manos de los piratas, y sin ella no podrían seguir su viaje al mar de las Molucas, y considerándose bastante alejados de la desembocadura del río y, por lo tanto, de sus enemigos, decidieron dormir allí hasta que subiera la marea. Tenían también en cuenta la necesidad que pudieran tener de la chalupa como lugar de refugio si eran atacados por los papúes, caso de que los hubiera en aquellos bosques.

La chalupa les brindaba también manera de ponerse fuera del alcance de las serpientes, que abundan en la isla, y aun de los tigres, que tampoco escasean en ella, y señaladamente en las costas.

—Nuestra prisión no durará mucho—dijo el Capitán a Cornelio y a Hans, que le interrogaban—. En cuanto suba la marea nos pondremos a flote y nos acercaremos a cualquiera de las orillas, antes de bajar por el río.

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