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EMILIO SALGARI


—¿Será el fanal de algún buque?—preguntó Hans.

—Me parece demasiado bajo—dijo el Capitán, que observaba atentamente.

—¿O alguna isla?

—¿Será la barca de un salvaje?

—No; parece que la luz está fija, viejo mío.

—¿Habremos pasado ya el golfo de Carpentaria?

—No me sorprendería. En estas treinta y seis horas hemos avanzado mucho, especialmente durante la borrasca.

—Entonces ese punto luminoso puede ser el fanal de algún buque. Ya sabéis que algunos, para no bojear la Australia, se aventuran a través de los escollos y arrecifes del estrecho de Torres.

—Lo sé, Horn; pero te repito que no es un fanal; de eso estoy seguro.

¡Calle! Veo otro punto luminoso más al Norte y que parece ir al encuentro del primero.

—Entonces son barcas de salvajes.

—Me lo temo.

—Mal encuentro, capitán. Si al alba nos descubren nos darán caza.

—¿Serán australianos?—preguntó Cornelio.

—Los australianos no son marinos ni tienen barcos—dijo el Capitán—.

Los isleños del estrecho de Torres, y en particular los papúes, tienen muchas embarcaciones y bien pertrechadas. Con ellas emprenden largos viajes.

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