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LOS PESCADORES DE TRÉPANG

saldrían del golfo y alcanzarían, más tarde o más temprano, el mar de las Molucas.

El día transcurrió sin que sucediera nada extraordinario. Ningún barco habían visto en el horizonte, ni tampoco señales de tierra.

Al llegar la noche se iluminó el mar, como la precedente.

Una espléndida fosforescencia brillaba bajo las olas, producida entonces por las nottiluche miliari, en opinión del Capitán.

Estos infusorios son pequeñísimos; tienen forma de hojas algo redondeadas, con un pequeño apéndice, y despiden extraordinario brillo.

Una botella de agua saturada de estos animálculos brilla y da luz suficiente para poder leer un libro a un metro de distancia.

Aunque ya no les cogía de nuevas, Hans y Cornelio admiraban aquel espectáculo sorprendente y sumergían las manos en el agua para sacarlas cubiertas de puntos luminosos.

A media noche la fosforescencia desapareció y la mar quedó negra y obscura, como si fuera de alquitrán.

A las dos, mientras el Capitán y el chino relevaban a Van-Horn, a Hans y a Cornelio, descubrieron hacia el Oeste, pero a gran distancia, un punto luminoso que parecía brillar a flor de agua.

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