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LOS PESCADORES DE TRÉPANG


—No, Capitán. Aquí encontraremos un refugio mejor que el que pudiera ofrecernos una bahía en la costa australiana. Si no me equivoco, he visto un atol, y hasta árboles.

—¿Está abierto el atol?

—Sí; he descubierto un canal abierto a través de los corales. Esperemos un relámpago, Capitán.

—¿Es un puerto eso que se llama atol?—preguntaron Hans y Cornelio.

—Y de los más seguros—respondió el Capitán—. Si es, en efecto, un atol, veréis qué construcciones son capaces de hacer los corales.

—¡Mirad!—gritó Van-Horn.

Un relámpago iluminó el tempestuoso golfo y la línea de escollos en que se estrellaban las olas.

—¿Habéis visto?—preguntó el piloto.

—Sí—dijo el Capitán, respirando satisfecho—. En medio de la escollera he visto el atol rodeado de árboles y he visto también el canal.

Gobierna tú siempre derecho con la proa al Este.

—¿Resistirá la chalupa la resaca?

—No habiéndose ido a pique entre estas tremendas olas, saldrá también victoriosa de la resaca. Cornelio, mira bien, no sea que haya escolleras delante del atol.

—Las ondas luminosas nos las harán ver, tío.

La chalupa, impulsada por el viento y las olas que

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