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-Diga usted, pues, buen hombre-respondió el Padre.

—Aquí, no señor,-replicó el viejo;-ibios me librara de que el amo lo advirtiese! Pero yo podré saber muchas cosas, y mañana iré al convento...

—Hay algun plan?

—Algo hay sin duda: he llegado á conocerlo; pero ahora estaré sobre aviso y lo sabré todo. Descuide usted, Padre...

Veo cosas... ¡Qué cosas...! ¡Estoy en una casa...! Yo lo que quiero es salvar mi alma.

—Dios bendiga á usted,-dijo fray Cristóba!; y profiriendo estas palabras, puso la mano sobre la.cabeza del criado que, aunque más viejo, estaba inclinado delante de él con la sumision de un niño.-Dios se lo pagará á usted,-contir.uó el Capuchino;-pero no deje de ir mañana.

—Iré sin falta,-contestó el viejo; - pero usted márchese al instante, y por Dios no me descubra.

Y acechando alrededor, salió por el otro lado del corredor á una sala que caia al patio. Viendo que el campo estaba libre, llamó al Padre, le indicó la puerta principal, y el Capuchino salió sin hablar palabra.

Por lo visto, este criado habia estado escuchando á la puerta. Y habia hecho bien? ¿Hacia bien el padre Cristóbal en alabarle por eso? Segun las reglas generales y comunes, la accion es reprensible; pero ¿no podia ser aquel un caso exceptuado? ¿Y hay excepciones para las reglas generales de moralidad? Estas cuestiones las resolverá el lector si quiere. Nosotros no tratamos de exponer nuestra opinion; nos liamitamos á referir los hechos.

Viéndose el Padre en la calle, y vueltas las espaldas á aquella caverna, respiró con más libertad, bajando aceleradamente la cuesta con la cara encendida, y con grande agitacion interior, de resultas de lo que habia oido y visto.

Pero no dejaba de alentarle el ofrecimiento del criado, pareciéndole que con esto el cielo le habia dado una prueba visible de su proteccion.

—Est nos la Providencia en esa misma casa, sin que yo ni remolamente lo buscase.

Discurriendo de esta manera, levantó los ojos hácia el Occidente, y viendo que el sol se aproximaba å la cumbre de la montaña, advirió que quedaban pocas boras de dia.

Entónces, aunque quebrantado por las fatigas de aquella jornada, apresuró el paso para llevar una razon cualquiera á sus protegidos, y llegar al convento ántes que anocheciees un hilo-decia para sf -que pone en mis ma-