Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/66

Esta página no ha sido corregida
— 54 —

-No revuelvas lo que sólo puede servir para afligirte inútilmente. Yo soy un pobre fraile; pero te repito lo que acabo de decir á estas infelices, que en lo poco que valgo no os abandonaré nunca.

—Ya veo que usted no es como los amigos del dia. ¡Embusteros! ;Quién hukiera creido las protestas que en otro tiempo me hacian! Segun se expresaban, hubieran dado toda su sangre por servirme: contra el mismo demonio me hubieran sostenido si hubiese sido necesario. Con que yo hubiera hablado, la cosa estaba concluida: el que me hubiese ofendido no hubiera vuelto á comer pan: jy ahora si usted viese cómo se niegan!...

Aqui levantando Lorenzo los ojos, notó que el Padre habia mudado de aspecto: conoció que habia dicho algun disparate, y queriendo enmendarle se embrollaba cada vez más.

—No era mi ánimo...-prosiguió;-queria decir...

—iQué querias decir?-interrumpió el Capuchino.-Malograr mi obra ántes que yo la hubiese empezado? ¡A bien que te has desengañado á tiempo! ¿Buscas amigos? ;Y qué amigos! ¿No sabes tú que sólo Dios es el amigo de los afligidos que confian en su bondad? ¿lgnoras que los medios reprobados nunca salen bien? Y aunque se consiga el objeto, ¿cuál es el fin del resultado? Lorenzo, ¿quieres fiarte de mí? ;Qué digo de mí, pobre fraile! ¿Quieres poner en Dios tu confianza?

—St, señor,-resnondió Lorenzo.

—Pues bien,-continuó el padre Cristóbal,-prométeme que no acometerás á nadie, que no provocarás, á persona alguna, que te guiarás por lo que yo te diga.

—Lo prometo.

Dió Lucía un profundo suspiro como si se le quitase un peso de encima, é Inés dijo:

—¡Bien! eso es ser mozo de juicio.

—-Escuchad, hijos,-prosiguió el padre Cristóbal:-hoy voy á hablar á ese caballero. Si Dios le toca el corazon, y da fuerza á mis palabras, bien; cuando no, él nos proporcionará otro remedio. Vosotros entretanto no os movais, no hagais conversacion de esto, y no os dejeis ver. Esta noche, 6 á más tardar mañana por la mañana, nos veremos.

Dicho esto, cortó todas las demostraciones dirigidas á darle gracias y á bendecirle, y salió encaminándose al convento. Llegó á la hora del coro, rezó, comió luego, é inmediatamente se puso en camıno para la cueva donde vivia la fiera que intentaba amansar.