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| de que tanto se avergonzaba entónces, la habia ejercido muchos años con honra y utilidad suya y del público. Sin émbargo, dió una educacion esmerada á su hijo, segun las luces y las costumbres de aquel tiempo, proporcionándole buenos maestros, tanto en letras como en ejercicios caballerescos, y murió dejándole rico y jóven. Ludovico habia contraido hábitos de caballero, y los aduladores entre quienes se crió, le acostumbraron å ser tratado con mucho respeto; pero cuando quiso mezclarse con los nobles principales de la ciudad, encontró las cosas muy diferentes de lo que se habia figurado, y vió que para tratar con ellos convenia hacer estudio de paciencia y de sumision, quedar siempre debajo, y tragarse á cada momento alguna pildora amarga.

No siendo este modo de vivir conforme á su educacion ni á su carácter, se separó de la nobleza despechado; pero le molestaba semejanie separacion, porque se creia con derecho para alternar con ella. No pudiendo con este contraste de inclinacion y de odio tratar familiarmente con los principales del pueblo, y deseando, sin embargo, ponerse å su nivel, se dedicó á competir con ellos en lujo y boato, granjeándose de este modo con su dinero envidias, enemistades y befa. Por otra parte, su fndole honrada y al mismo liempo violenta le habia empeñado muy de antemano en una lucha más séria. Tenfa naturalmente horror á toda injusticia y violencia, y aumentaba este horror la calidad de las personas que con más frecuencia las cometian, y que jusiamente eran las que él odiaba. Para satisfacer todas estas pasiones á la vez, tomaba partido con gusto en favor de toda persona débil oprimida, se complacia en tenérselas tiesas á un prepotente, se metia en un empeño, buscaba otro; tanto, que poco á poco vino á constituirse protector declarado de los oprimidos, y vengador de los agravios. Ardua era la empresa, y no hay que preguntar si el pobre hombre tendria enemigos, lances y cavilaciones, porque, además de la guerra exterior, le agitaban continuamente combates interiores, pues para salirse con la suya en un negocio (sin contar los diferentes en que quedaba desairado) se veia él mismo precisado á emplear manejos y tramas que no aprobaba su conciencia.

Debia rodearse de un número crecido de braDos, y tanto por su propia seguridad, como para el logro de sus intentos, tenía que elegir los más atrevidos, esto es, los más malvados, y por amor á la justicia vivir con facinerosos.

Por esta razon, más de una vez, ó desalentado por una ac-