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-Tienes razon, hija mia,-dijo Inés,-y al cabo lo que se da de limosma nunca es perdido.

En esto llegó Lorenzo, y entrando con mal semblante echó despechadamente las gallinas sobre una mesa.

—iBravo consejo me dió usted!-dijo á Inés.-¡A buen sujeto me ha enviado usted á ver! ¡Cómo ayuda á los pobres! Y en seguida contó cuanto le habia sucedido con el Abogado. La buena mujer, aturdida con tan fatal resultado, se esforzaba por probar que el consejo era bueno, pero que quizá Lorenzo no habria sabido ejecutarlo; en fin, Lucía cortó la disputa, diciendo que ella esperaba haber encontrado un expediente mejor. Entregóse Lorenzo tambien á la esperanza, como les sucede á todos los desgraciados que se hallan metidos en algun embrollo, y despues de várias razones, dijo que si el padre Cristóbal no encontraba remedio, él de un modo ó de otro lo encontraria. Las dos mujeres le aconsejaron la prudencia y la paz.

—Mañana-añadió Lucia-vendrá sin falta alguna el padre Cristóbal, y verán ustedes cómo halla algun arbitrio de los que á nosotros por nuestra ignorancia ni siquiera pueden pasaruos por la imaginacion.

—Así lo espero,-dijo Lorenzo;-pero en todo caso yo buscaré una salida; que por fin en este mundo no deja de baber justicia.

Cor tan tristes razonamientos, y con las idas y venidas que hemos referido, se pasó aquel dia, y ya empezaba á Oscurecer.

—Buenas noches!-dijo tristemente Lucía.

—iBuenas noches!-respondió aún más tristemente Lorenze, que no acertaba á marcharse.

—Algun santo nos ayudará,-replicó la jóven;-ten prudencia y resignacion.

Otros consejos de la misma clase agregó la madre, y el novio se marchó con el corazon angustiado, y repitiendo muchas veces: «por fin en este mundo no falta quien haga justicia:» tan cierto es que el hombre que padece una gran aliccion, no sabe lo que se dice!