Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/101

Esta página no ha sido corregida
— 89 —

allí se separaron. Los dos novios quedaron escondidos detras de una esquina de la misma casa; Inés con ellos, pero algo más adelante para hacerse oportunamente la encontradiza con Perpetua, y Antoñuelo con el badulaque de Gervasio, que, no sabiendo hacer nada, nada podia hacerse sin él, se puso con desembarazo á la puerta y llamó con la aldaba.

—¿Quién llama á estas horas?-gritó Perpetua desde una ventana que se abrió en aquel instante.-No hay enfermo que yo sepa; ¿si habrá sucedido alguna desgracia?

—Soy yo,-respondió Antoñuelo,-que vengo con mi hermano, porque tengo que bablar con el señor Cura.

—¡Y es hora de venir esta?-respondió ásperamente Perpetua.-Qué poca consideracion! Ven mañana.

—Oiga usted: vendré ó no vendré. He cobrado algunos cuartos, y queria pagar aquella friolera que usted sabe.

Tenía aquí las veinticinco del pico, pero si no se puede, ipaciencia! No me falta en qué emplearlas, y volveré cuando haya juntado otras veinticinco.

—Aguarda, aguarda; vuelvo al instante; pero ¿por qué has venido á estas horas?

—La hora puedo variarla; yo no me opongo. Aquí estoy; si no quiere ó no puede abrir, me iré.

—No: aguarda un instante, que vuelvo con la respuesta.

Diciendo esto cerró la ventana. Separóse entónces Inés de los novios, y despues de decir á Lucía, «ánimo, niña; es obra de un instante como el sacarse una muela,» fué á reunirse con los dos hermanos delante de la puerta, poniéndose á charlar con Antoñuelo, de modo que Perpetua, viéndola cuando volviese, pudiera creer que pasando casualmente por allf, Antoñuelo la habia detenido un momento.

CAPÍTULO VIII.

Carneades! ¿Quién será este Carneades?-discurria para sí D. Abundo sentado en un gran sillon en un cuarto del primer piso, con un libro abierto delante, cuando entró Perpetua con la embajada.-¡Carneades! Este nombre me parēce haberle oido, ó leido; sin duda debió ser un hom-