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convence de que un pertiguero cuando es presa de un impulso repentino y poderoso, puede muy bien caer en una fascinacion momentánea y olvidarse á la vez de si mismo y de su dignidad personal.

—Señor Bumble!— dijo Noé —si supierais señor... Oliverio, ha...

—Y bien! que? que ha hecho Oliverio? —preguntó el pertiguero brillando un rayo de placer en sus ojos metálicos —¿Se ha fugado?

—No Señor; muy al contrario; en vez de fugarse se ha vuelto asesino! —replicó Noé —Ha querido asesinarme á mi y luego á Carlota y luego á la señora... Oh! la... la... la... la. ¡Dios mio, que dolor! Señor si supierais... Oh! hu! ah! (al mismo tiempo se retortigaba en todas direcciones, removiendo el vientre con ambas manos y haciendo contorsiones y visajes horribles, para hacer creer á Mr. Bumble que por el ataque violento que habia sufrido se le habia desarreglado algo en el cuerpo que le hacia sufrir cruelmente en aquel momento.)

Viendo que habia logrado su objeto y que su relacion habia paralizado al pertiguero, juzgó oportuno añadir al efecto producido una serie de lamentaciones sobre una octava y media mas alta que antes. En esto apercibió á un caballero de chaleco blanco que atravesaba el patio y le vino la feliz idea de llamar la atencion y excitar el enojo del susodicho caballero gritando mas recio que nunca.

En efecto el caballero no hubo dado dos pasos cuando retrocedió y se informó del motivo que hacia aullar de tal modo á aquel cachorro de presa; amonestando á Mr. Bumble porque no le habia administrado dos buenos bastonazos para hacerle llorar por alguna cosa.

—Es un pobre muchacho de la escuela de la caridad —dijo Bumble —que ha estado muy cerca de ser asesinado por el jóven Twist.

—No lo dije! —esclamó el hombre del chaleco blanco pa-