El viejo que leia el periódico, se ladeó un poco y logró despertar al otro tirándole de la manga.
―Ah! ¿es el niño;?―dijo este.
—El mismo.—respondió el pertiguero.—Amigito; saluda al Señor Magistrado! Oliverio se revistió de valor é hizo el mejor saludo posible en él. Fijos sus ojos sobre las cabezas empolvadas de los magistrados, se preguntaba á si mismo, si acaso todos los miembros del tribunal de justicia nacian con esa materia blanca en los cabellos, y por esto llegaban á ser magistrados.
—Esta bien.—repuso el de los anteojos ―Creo que tendrá aficion á limpiar chimeneas.
—Se muere por lograrlo Señor Magistrado.—replicó Bumble pellizcando de lo lindo á Oliverio para insinuarle que obraria bien en no decir lo contrario.
—Con que quiere ser raspa hollines?― preguntó el magistrado.
—Por mas que hiciéramos para obligarle á tomar otro oficio á la mañana siguiente nos dejaria burlados.—respondió Mr. Bumble.
—Y es ese hombre quien vá á ser su maestro? Vos Señor? Es cierto que lo tratareis bien? que lo alimentareis bien y que tendreis mucho cuidado de él?
― Cuando se dice que se hará; prueba que hay intencion de hacerlo. —repuso Gamfield con aire bestial.
―Teneis la palabra viva y el tono brusco amigo; pero me pareceis franco y honrado. ―dijo el magistrado apuntando sus anteojos al pretendiente á la prima prometida en el anúncio, cuyo semblante innoble llevaba impreso el sello de la crueldad; pero como el magistrado era medio ciego y medio niño, no hay que asombrarse de que no discerniera, lo que cualquiera podia distinguir al momento.
—Lo soy una miaja, con mucha vanagloria? —dijo el limpiachimeneas con una sonrisa espantosa.