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de la gravitación de einstein.

ción entre sí, se ve inmediatamente que las ecuaciones de transformación de Galileo-Newton pueden ser deducidas de las nuevas de Lorentz-Einstein por un sencillo paso al límite. Si, en efecto, se supone la velocidad v relativa de ambos sistemas de referencia tan pequeña, comparada con la velocidad de la luz c, que se puedan despreciar los cocientes con respecto a los términos restantes (hipótesis que era admisible en todos los casos de que la Mecánica clásica hasta ahora se había ocupado), las transformaciones de Lorentz-Einstein se convierten en las de Galileo-Newton.

Cabe así, pues, hacer una pregunta que, según lo expuesto hasta aquí, está a la vista: ¿Qué es propiamente lo que nos obliga a abandonar el principio de Relatividad de la Mecánica clásica?; esto es: ¿Qué hipótesis físicas en sus ecuaciones de transformación están en contradicción con la experiencia? La contestación es la siguiente: El principio de Relatividad de Galileo-Newton no está conforme con los hechos que se desprenden del experimento de Fizeau y del de Michelson, de los cuales puede deducirse, para la velocidad de la luz, el carácter especial de una constante universal en las relaciones de transformación correspondientes al principio de Relatividad. El por qué aparece en la expresión de las nuevas ecuaciones de transformación este carácter de la velocidad de la luz necesita ciertamente todavía ser explicado a fondo.

Las ecuaciones de transformación del principio de Relatividad de Galileo-Newton contienen una hipótesis (hasta ahora no reconocida como tal). A saber; se había considerado tácitamente cumplida como evidente la si-