Página:Los espectros (1919).djvu/68

Esta página ha sido corregida
68
 

cruelmente en su misma noche de bodas! Pero vamos a defender su honor, que no puede defender por sí mismo.

Astolfo.—Sí, no es él. Ahora lo veo bien.

El conde.—¡Silencio! Coge tres hombres... de los que tengan más hambre: el hambre doblará sus fuerzas... ¡Ah, villano, cómo besa a mi hija, a la novia del pobre duque!... Sí, coge tres hombres y acechad a ese intruso. Cuando pase por delante de vuestro escondrijo, caed sobre él y tiradlo al estanque. ¡Chis!... Le ataréis a las piernas plomo y piedras... ¡Cómo besa a mi hija ese ladrón de mi honor!

Astolfo.—Sí, ahora estoy convencido de que no es el duque.

El conde.—¡Silencio!

(Se van.)

Elsa.—¿Por qué te has hecho esperar tanto?

Enrique.—¡Oh, el día me ha parecido interminable! Desde por la mañana, desde que he visto salir el sol, he corrido hacia ti; pero la tierra parecía adherirse a mis pies. ¡Mil obstáculos, mil aventuras, mil desgracias! Ya es mi caballo, que cae muerto sin que se comprenda por qué; monto otro caballo, veloz como el viento, y sigo devorando el espacio. Ya es un río que me ataja el camino; me lanzo al agua y lo cruzo a nado. Hombres y caballos se hunden; pero yo salgo sano y salvo.

Elsa. (Lanza un grito.)—¡Ah!

Enrique.—¿Qué tienes?

Elsa.—Nada. Me había parecido oír algo. Decías que un río te había atajado el camino...