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Marcio. (Alejándose de ella.)—Y tú, mujer, estás loca. ¡Viva la ley! ¡Viva el derecho! Pueden arrebatarme brutalmente a mi mujer, pueden demoler mi casa, robar todos mis bienes; ¡yo no dejaré de conducirme conforme a la ley! El mundo entero puede burlarse de los desgraciados sabinos; ¡ellos no dejarán de respetar la ley! ¡Señores sabinos, en marcha! ¡Volvamos a nuestra casa! Llorad, derramad lágrimas, sin avergonzaros. Aunque se mofen de vosotros, aunque os tiren piedras, ¡llorad! Aunque os insulten, aunque os escupan en la cara, no dejéis de llorar, señores sabinos; debemos derramar lágrimas pensando en la ley ultrajada, en el derecho pisoteado. ¡Adelante, sabinos! ¡Trompetas, tocad la marcha fúnebre! ¡Dos pasos al frente, un paso atrás! ¡Dos pasos al frente, un paso atrás! (Las mujeres se echan a llorar.)

Cleopatra.—Espera, Marcio... ¡Un momento!

Marcio.—¡Déjame, mujer! No quiero ya nada contigo. ¡Un, dos! ¡Un, dos!

(Las trompetas tocan una marcha fúnebre. Las mujeres, llorando y gritando, pretenden lanzarse hacia sus antiguos maridos, pero se lo impiden los romanos entre carcajadas de triunfo. Sin hacer caso del llanto de las mujeres ni de la risa de los romanos, los sabinos se alejan lentamente, encorvados bajo el peso de los voluminosos temas jurídicos. ¡Dos pasos al frente, un paso atrás!)


TELÓN