Página:Los espectros (1919).djvu/193

Esta página ha sido corregida
193
193
 

Marcio.—Cálmate, Cleopatra; han confesado ya que son raptores. ¡Tomemos, pues, a nuestros penates, Cleopatra!

Cleopatra. (Siempre con los ojos bajos.) —Temo que nos hagáis reproches. Además, estamos ya tan habituadas a este paraje... ¿Verdad, Marcio, que son preciosas estas montañas?

Marcio.—No te entiendo, Cleopatra; ¿a qué viene ahora el hablarme de las montañas?

Cleopatra.—Os enojáis; pero os aseguro, Marcio, que no somos culpables. Harto he llorado ya recordándoos. ¿Qué más queréis? ¿Que continuemos llorando? ¡Todo lo que queráis! Queridas amigas, les parece que no hemos llorado bastante; complazcámoslos. ¡Lloremos, queridas amigas! ¡Os amo tanto, Marcio! (Las mujeres prorrumpen en sollozos.)

Escipión.—¡Querida Cleopatrita, cálmate! En el estado en que te encuentras, el ponerte así puede hacerte daño. (Dirigiéndose a Marcio.) Bueno, señor, ¿habéis oído? Lo mejor que podéis hacer es volveros por donde vinisteis. Y tú, Cleopatra, vete a la cama. Yo mismo prepararé la comida.

Marcio.—¡Permitid! ¿Por qué habláis de la comida? Cálmate, Cleopatra; aquí hay un error. Por lo visto, no te haces cargo de que has sido ilegalmente raptada.

Cleopatra. (Llorando.)—Ya veis: tenía yo razón al decir que ibais a hacernos reproches. Escipioncito, déjame el pañuelo.

Escipión.—¡Tómalo, querida!