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ria cuando se trata del triunfo del derecho. Mientras los demás nos disponemos a la gran batalla en pro del derecho y la justicia—batalla en que acaso perdamos la vida—, vos sólo pensáis en vuestra Proserpina. En nombre de la honorable asamblea, condeno vuestra conducta... ¡Bueno, señores, preparémonos! ¡Acatad mis órdenes! ¡Alineaos en filas regulares! ¡Pero más aprisa, vamos! ¡Eh, cuidado, os dicen que os volváis a la derecha y os volvéis a la izquierda! Y ya es hora de que distingamos entre la izquierda y la derecha.

(Coge por un hombro al sabino que se ha equivocado y empieza a enseñarle.)

Marcio.—Para saber dónde está la derecha, volved la cara al Norte... O no, la cara al Sur y la espalda al Este. ¡Así no! ¡Lo hacéis precisamente al revés! ¡Qué fastidio! Seguid a vuestros vecinos... Ahora, señores, si alguno de vosotros lleva cortaplumas, que lo tire. Los mondadientes también. Nada que pueda suscitar ideas de violencia. ¡Ningún arma contundente ni cortante! Nuestra arma es el derecho y la conciencia pura. Ahora, que cada uno tome un volumen de leyes y otro de estudios jurídicos. ¡Así! ¡Las trompetas al frente! Tocad la marcha de los maridos despojados. ¡Adelante! Pero no olvidéis cómo hay que avanzar. ¿Lo habéis olvidado?

(Los sabinos no responden.)

Marcio.—Bueno, os lo recordaré: dos pasos al frente y un paso atrás. Dos pasos al frente y un paso atrás. Con los dos primeros pasos expresamos