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Los cuatro jinetes del Apocalipsis

Gracias al presidente de la República pude ver todo el inmenso escenario de la batalla del Marne, cuando aún estaban recientes las huellas de este choque gigantesco. Por sus recomendaciones viví en un pueblecito cerca de Reims, donde estaba el cuartel general de Franchet d'Esperey, jefe del quinto ejército.

Luego, Franchet d'Esperey, en el último año de la guerra, mandó el ejército de Oriente, venció á los búlgaros, obligándolos á pedir la paz, y aceleró con ello la terminación general de la lucha. Hoy es mariscal de la República francesa.

Esta novela la escribí en París cuando los alemanes estaban á unas docenas de kilómetros de la capital, y bastaba tomar un automóvil de alquiler en la plaza de la Ópera para hallarse en menos de una hora á pocos metros de sus trincheras, oyendo sus conversaciones á través del suelo siempre que cesaba el traquetear de fusiles y ametralladoras, restableciéndose éel silencio sobre los desolados campos de muerte.

La falta de medios de comunicación dentro de París y la escasez de dinero que trajo para muchos la guerra, me obligaron á abandonar la elegante casita con jardín que ocupaba en las inmediaciones del Bosque de Bolonia, instalándome en un barrio vulgarísimo del centro, en una casa de numerosos habitantes, cuyas paredes y tabiques dejaban pasar los sonidos como si fuesen de cartón.

La guerra parecía atraernos y aglomerarnos á los habitantes de la ciudad. Nuestra vida tenía algo de campamento. Los niños jugaban en la calle lo mismo que en un villorrio; toda clase de ruidos é incomodidades eran tolerados. ¡Quién iba á quejarse, como en los tiempos normales, cuando la única preocupación era saber si el enemigo había avanzado ó retrocedido, y al