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Noción de espacio y noción de Dios.

¿Hay algo que en verdad exista, o que cuando menos pueda ser concebido en sana lógica como existente, que esté más arriba que el espacio y la materia?

Pregunta es esa que toca tan de cerca a las creencias que se han recibido en herencia de centenares y centenares de generaciones que han precedido a la nuestra, que, para formularla, se necesita cierto grado de atrevimiento, y, para desligarse de las ideas preconcebidas que se han recibido como legado, una dósis nada común de imparcialidad; condiciones, ambas, indispensables para poder juzgar la cuestión con recto y elevado criterio.

No hay pueblo alguno que no crea en la existencia de un sér superior que gobierna al Universo y es autor y origen de todas las cosas.

Si quisiera llevarse medianamente lejos un examen del origen y la razón de ser de tal creencia, ese examen reclamaría por sí solo todo un grueso volúmen. Sólo voy, pues, a tocar incidentalmente la cuestión en algunos de sus principales puntos, y ello de una manera rápida, de lo cual no puedo eximirme por la forzosa relación que ella tiene con el tema principal.

Y sin más preámbulos, y para entrar de lleno en materia, digo que la existencia de un sér superior, creador del Universo, es incompatible con la noción de la existencia y la eternidad del espacio y la materia.

Se ha visto precedentemente que el Universo, en su conjunto, sólo se compone de dos cosas: la materia, que existe porque existe y porque es lo que es; y el espacio,