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Dijo que yo conficionar hiciese
Un veneno tan fuerte,
Que no la diese plazos á la muerte,
Para que esta criada muera luego.
Su intento apruebo, y como amante ciego,
Considerando lo que ser pudiera,
Comencé a discurrir desta manera:
Julia sin duda debe ser culpada,
Porque para matar á una criada
No hicieran sus pasiones
Tan prudentes secretas prevenciones.
Y este delito que su ira advierte
Pide menos castigo que una muerte,
Pues el rigor en sí es rigor ageno.
¿Luego fue para Julia este veneno?
Demas (me dije á mí, la ira templada)
¿Qué importa que no muera una criada?
Y si llevo veneno penetrante,
Aventuro la vida de mi amante;
Pues aunque Julia hermosa no me quiera,
Muera de celos yo, Julia no muera.
A un extrangero llamo, amigo mio,
De cuyas esperanzas me confio;
Oye cuanto mi industria le propone,
Y le ordeno despues que conficione
Tan unidos un opio y un veleño,
Que no den muerte, pero infundan sueño.
El opio llevó a Antonio, y él airado
Que á Julia se lo dió me ha asegurado.
Leonora, otra criada y mi tercera,
Dice que en esta bóveda primera
Él y el conde vestida la dejaron;
Y pues los dos á un tiempo me engañaron,
Entrar en este templo es mi deseo,
Donde hallar viva mi esperanza creo.
Y pues la noche obscura
Se ha vestido el color de mi ventura,
Y pues de aqueste templo tengo llave
(Ya que mi amor tales industrias sabe),
Que del cuarto de Antonio la he traido
(Que es patron desto templo), y yo he podido
Hurtarla diligente desde donde pendiente