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Tuvo en el mismo no arder
Aun mas pertinaz materia.
Agradezco su valor,
Y quedé, decir pudiera,
Mucho mas que agradecida,
Mas quedé en mi dolencia;
Porque habrá alguno que llame
Facilidad á la fuerza.
Solicítame después
Con cuidado y con fineza;
Díle oidos, y él me dijo
Aquellas mentiras tiernas,
Que sabiendo que lo son,
No hay muger que no las crea.
Háblame una y otra noche
Por los hierros de una reja;
Rogaba, escúchole el ruego,
Quejábase, oigo la queja;
Finge enojos como airado,
Y creóles como necia;
Pídeme en mi casa entrada,
Cierro á su oido la puerta;
Porfía, no lo permito,
Háceme aquellas protestas,
Que hacen todos y ninguno
Cumple, aunque cumplirlas quiera.
Dejóle entrar en mi casa,
Vase hallando mucho en ella;
Díceme, que es ya lo mas
Haber entrado á esta fuerza,
Que me rinda á los partidos
De ser mi esposo. Aqui vieras
Ya su ruego, ya su amor
Pelear con mis sospechas.
Creia yo sus palabras
Como amante, y al creerlas
Solo la desconfianza
De mí me tuvo suspensa.
Á mí sola me temia;
Que mala hora es aquella,
En que una muger de partes
Desconfía de sí mesma.