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DE RÍO FRÍO 41

de la gran capital esta pobre y degradada población. Ella se compone absolutamente de los que se llamaban macehuales desde el tiempo de la conquista, es decir, los que labraban la tierra; no eran precisamente esclavos, pero sí la clase ínfima del pueblo azteca, que, como la más numerosa, ha sobrevivido ya tantos años y conserva su pobreza, su ignorancia, su superstición y su apego á sus costumbres: su proximidad á la capital no le ha servido ni para cambiar sus hábitos y su situación, ni para proporcionarle algunas más comodidades. Los hombres que habitan ese lugar, que unos llaman las Salinas, otros San Miguelito, y la mayor parte lo confunden con Tepito, ejercen diferentes industrias. Unos con su red y otros con otates con puntas de fierro, se salen muy temprano y caminan hasta el lago, ó hasta los lugares propios para pescar ranas. Si logran algunas grandes las van á vender á la plaza del mercado, si sólo son chicas que no hay quien las compre las guardan para comerlas. Otros van á pescar juiles y á recoger ahuautle, las mujeres por lo común recogen tesquesquite y mosquitos de las orillas del lago, y lo cambian en la ciudad en las casas por mendrugos de pan y por venas de chile. Las personas caritativas siempre les dan una taza de caldo y alguna limosna en cobre. Otras indias se van á las milpas de las haciendas y ranchos cercanos, á cortar quelites y verdolagas, y recoger semilla de nabo, y suelen robarse, cuando no las ven los guardas milpas, algunos elotes. La población, pues, sale en las mañanas á ejercer sus pequeñas industrias y regresa por la tarde, habilitada de una manera ó de otra, de gordas, de elote, de tortillas de pedazos de pan, de restos de comida y de algunas monedas. En la ciudad han comido cualquier cosa, y en la tarde, al regre-