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DE RÍO FRÍO 25

El lunes, al tiempo de abrir las oficinas, se presentaba al Ministerio de Hacienda, y aunque tuviese que esperar horas enteras, entregaba personalmente su solicitud al mismo ministro, ó cuando menos al oficial mayor. En el curso de la semana daba sus vueltas á saber el resultado, ó escribía tres ó cuatro cartas. Después de meses de este manejo, Lamparilla inspiraba horror y miedo al ministro y á los empleados del Ministerio, era una persecución en regla, se lo encontraban en las escaleras, en los corredores, en la mesa, en todas partes, y con mucha atención y cortesía, les recomendaba su negocio, y les suplicaba que se interesasen para la resolución de las treinta ó cuarenta solicitudes que tenía presentadas. Aburridos, desesperados, no pudiendo matar ni desterrar, ni poner preso á Lamparilla, porque en definitiva no era más que el agente de uno de los muchos parientes de Moctezuma, concluían por interesarse por él, y el ministro, por quitárselo de encima, le mandaba dar ya ciento, ya doscientos y á veces quinientos pesos, que, lleno de satisfacción, ponía en manos de D.ª Pascuala. Ese día, en vez de caballos, alquilaba un coche y almorzaba en el rancho unas enchiladas y unos frijoles fritos, que daba gusto.

Los propietarios, por su parte, cumplían religiosamente y agasajaban á su licenciado. Los jueves á las nueve de la mañana, invariablemente también, llegaba á la Estampa de Regina, núm. 4, donde vivía Lamparilla, el peón y el burro, con las consabidas arganas, conteniendo un manojo de gallinas ó un guajolote, una servilleta con dos docenas de gorditas con mantepa, lechugas elotes (en su tiempo), zanahorias mabos, tomates y jitomates, y otra limpia servilleta con tamalitos cernidos. El