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LA NIÑA QUE PISABA EL PAN.

béis dejado resbalar por esa pendiente, me habéis hecho reconocer mis errores. ¡Oh! no me abandonéis en mis últimos momentos. »

Y los ojos de su cuerpo se cerraron, pero se abrieron los del alma y vió lo que no se ve desde la tierra. Como habia pensado en Inger al morir, vió al instante á la desgraciada en su lugar de suplicio, y la piadosa mujer rompió á llorar. Había subido al cielo y como en otro tiempo, se desconsolaba por la suerte de Inger é imploraba la gracia divina en favor de la infortunada.

El eco de esta plegaria penetró hasta en el antro horrible é hizo estremecer el cuerpo petrificado de la pobre alma doliente; aquel amor del que no tenía idea venció su dureza. Un ángel del cielo había llorado por ella. Tuvo horror de sus acciones, derramó lágrimas de contricion. ¿Podria merecer nunca su perdon?

Espantosa incertidumbre.

Héte que de lo alto del cielo un rayo de luz penetró en el antro, el cuerpo de Inger se convirtió en vapor y de él salió un pajarillo que subió á la superficie de la tierra. El pajarillo era muy tímido, parecia avergonzado, tenia miedo y se ocultaba al oir ruido. Mucho tardó en acostumbrarse á la luz y distinguir el mundo y sus maravillas. Pero lo vió al fin.

El aire era dulce, embalsamado con el aroma de las