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LA NIÑA QUE PISABA EL PAN.

recordar ningunos de sus defectos. Una criatura inocente lloraba por ella y pedía su gracia. Se sentia conmovida, tenía tambien ganas de llorar, pero no podia; sus ojos permanecieron secos; su garganta no pudo exhalar un suspiro. Fué un nuevo suplicio.

Pasaron muchos años; en la tierra hubo muchos cambios; pero en el infierno siguió todo lo mismo. Inger seguia experimentando los mismos tormentos; en la tierra se hablaba ménos de ella. No oía más que rara vez pronunciar su nombre.

Un día llegaron á sus oídos estas palabras pronunciadas en voz baja: « Inger, hija mia, ¿comó has podido afligirme así? A veces, empero, tuve el presentimiento. »

Eran las palabras que murmuraba su madre al exhalar el postrimer suspiro.

Donde más á menudo hablaban de ella era en casa de sus antiguos amos. Sentian que hubiese acabada tan mal. ¿ « No la veré nunca más? decia la dama. ¿Quién sabe? Acaso, ¿puede preverse de uno se hallará un dia? »

Pero Inger sabía muy bien que su excelente ama no iria nunca al lugar maldito en el que se hallaba desterrada.

Y pasaron más años. ¡Qué largos parecieron á la infeliz que permaneció sin esperanza, presa de las torturas más terribles!