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LA NIÑA QUE PISABA EL PAN.

la madre. Muy á menudo lo he sospechado. viéndole tan vanidosa.

— ¿Y por qué me ha puesto en el mundo? pensó Inger. Más valdria que no hubiese existido nunca. ¿De qué me sirven las lágrimas de mi madre? » Luego oyó a las buenas personas que la habian tratado como su hija: « No ha tenido respeto por los dones de Dios, los ha pisado. ¿Cómo ha podido pecar así? La puerta de la gracia no se abrirá pronto para ella.

— Y bien, pensó Inger, no tenian más que corregir mis defectos, si los he tenido. »

Luego oyó contar todo un romance sobre ella, sobre la orgullosa que se subía en el pan para no ensuciarse los zapatos; este romance lo cantaban en coro por doquiera.

« ¡Qué cosas más atroces dicen sobre mí! pensó. Y ¡qué cruelmenle sufro! Pero, los que se burlan de mí serán castigados tambien por sus pecados. Esto me consolará ¡Ay! ¡Ay! ¡cuánto sufro! »

Y su alma se endureció más aun que su cuerpo.

« ¿Cómo quieren que me enmiende en esta sociedad de condenados en la que me encuentro? Ademas, no quiero enmendarme. ¿Acabarán de mirarme como un animal curioso? »

No pensaba que, en otro tiempo, no soñaba mas que con esto, ser un objeto de atencion; y su