tenían; eran todas las moscas á las que, siendo niña, habia arrancado las alas.
Al mismo tiempo, el hambre no dejaba de martirizarla; le parecia que le roian las entrañas y que su cuerpo se quedaba vacío. « Si esto sigue, se dijo, pereceré. » Le alegraba la idea de no existir. Pero esto duró y tuvo que sufrir más aun.
Héte que una lágrima tibia le cayó de arriba sobre su rostro y rodó hasta el pan; luego otra y otras más. ¿Quién podia llorar sobre Inger...? ¿Lo preguntás? Acaso, ¿no tenía aun en la tierra á su madre? Las lágrimas que el pesar arranca á una madre llegan siempre hasta el hijo que las causa; pero no alivian, queman y acrecen el dolor.
Y ¡siempre aquella insoportable hambre! Y ¡no poner alcanzar aquel hermoso pan blanco que estaba á su alcance! Creyó que su cuerpo se ponia como un cañon de órgano que repercute todos los sonidos. Y en efecto oyó todo lo que se decia en la tierra sobre ella. Su madre que lloraba, no podia ménos de decir: « El orgullo se castiga siempre. Eso causó tu desgracia, Inger. ¡Cuánto has hecho sufrir á tu madre! »
Todo el mundo sabía en la tierra el pecado que había cometido; un pastor la habia visto poner el pan en el lodo, subirse encima y desaparecer.
« ¡Cuántas penas me has causado, Inger, continuó