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ANDERSEN.

llos yacia en el seno de la tierra, hacía muchos años.

El segundo hermano sabía sin duda edificar mucho mejor que la pobre Margarita, pues habia aprendido el oficio. Cuando hubo pasado su examen para ser obrero, cerró su morral y entonó el canto del artesano:

« Quiero viajar en tanto que soy jóven. Voy á construir casas en el extranjero. Soy jóven, tengo fuerza y salud, iré de ciudad en ciudad y veré el mundo. Y cuando vuelva, tengo fe en mi prometida, me habrá sido fiel. ¡Hurra! Buen oficio el de artesano. No tardaré en ser maestro. »

Le sucedió lo que dice la canción. Cuando volvió fué recibido maestro. Construyó una casa y luego otra, todas en fila, que formaron la calle más hermosa de la ciudad. Estas casas acabaron por edificarle una á él. No las preguntes cómo, porque no responderán; pero la gente del barrio te responderá: « Sí, la calle le ha construido su casa. »

No era una gran casa; el suelo era de arcilla; pero cuando hubieron bailado sobre él el dia de su boda, la arcilla quedó apisonada y tan luciente como un entarimado. Las paredes estaban cubiertas de azulejos, con una flor cada uno, lo que valia tanto como el más preciado cortinaje. Era, en suma, una casa bonita y un matrimonio feliz. La bandera de la corporacíon flotaba en el fróntis y cuando los albañiles y