de los incendios era tambien de parecer que, « mucho », es demasiado.
Tocó tanto que sus ideas fermentaron y tuvo grandes proyectos. Recordó su nombre escrito por su padre en la arcilla del camino cubierto: « Celebridad. »
Carlota, la hija del burgomaestre, estaba al piano; sus delicados dedos corrian por las teclas, y los sonidos que las arrancaba, hacian vibrar el corazon de Pedro; esto no pasó una vez, sino cien veces.
Un día, cogió la delicada mano y habló á Carlota, Dios sabe lo que la dijo, pero ella se sonrojó hasta el blanco de los ojos. En esto, entró el hijo del consejero de Estado. Tenía la frente alta y blanca y la cabeza tan erguida que la nuca le tocaba casi las espaldas. Y Pedro permaneció algun tiempo más al lado de Carlota que le miraba con agrado.
En su casa, por la noche, habló del universo y del tesoro que tenía oculto en su violin: ¡« Celebridad. »
« ¡Plan, plan, plan! dijo el tambor de los incendios. Pedro está completamente loco. Deberian ejecutar un redoble sobre mi pellejo, pues creo que tiene un incendio en la cabeza. »
Al dia siguiente, la madre fué al mercado. « ¿Sabes la noticia, Pedro? dijo al volver; una gran noticia. Carlota, la hija del burgomaestre se casa