« Conténtate con ser tambor, le decia su padre. Rataplan, plan, plan, rataplan. Bueno sería ser soldado si te elevases hasta el grado de general. Pero, para esto, sería necesario que hubiese una guerra.
— ¡Dios nos libre! dijo la madre.
— ¡Oh! no tenemos nada que perder, replicó el padre.
— ¡Cómo nada! Y ¿nuestro hijo?
— Sí, á ménos que vuelva con el grado de general.
— Ó sin brazos, ni piernas. No, prefiero guardar sano y salvo a mi Tesoro dorado.
— Rataplan, plan, plan, rataplan ». Un redoble terrible resonó en todo el país; todos los tambores redoblaron; se habia declarado la guerra. Los soldados marcharon al encuentro del enemigo y con ellos el hijo del tambor. « ¡Pobre Tesoro dorado! » decia la madre llorando. El padre pensaba que Pedro sería un héroe y que grabarían su nombre en el mármol. El músico de la ciudad era de parecer que el niño no habria debido ir á la guerra, que habria debido quedarse para aprender la música y tocar el violin.