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LOS ASADORES EN SOPA.

del prisionero, no desconfiaba ya de los hombres y cometí la imprudencia de dejarme ver. El portero me cogió, me acarició, pero me metió en una ratonera.

¡Qué horrible cárcel! Por más que una corre, no se adelanta y se rien de una á carcajadas.

El maldito portero me habia encerrado allí para que sirviese de juguete á una níñita, hija suya, con el cabello rubio como el oro, labios sonrientes y ojos alegres. Un dia, viéndome cansada de una carrera desesperada que habia dado, en círculo, exclamó: « ¡Pobre animalito! » Y abriendo la portezuela me dejó salir. De un salto me subí á la ventana y hui por la canal gritando: « ¡Libre, estoy libre! »

Esperé que la oscuridad fuese completa, y por los tejados del palacio de justicia llegué á una torre habitada por un sereno y un buho. Vi muchos agujeros y me metí en uno aunque desconfiando del hombre y del buho, que se parece á un gato y como el gato es un perseguidor de nuestra raza.

Pero todo el mundo puede equivocarse y esto me sucedió á mí. El buho valía más que su cara; era viejo y tenía mucha experiencia, diciendo que descendia del famoso buho favorito de Minerva, diosa de la sabiduría; la verdad es que sabía mucho. Cuando sus hijuelos emitían alguna idea inconsiderada, les decia: « Vamos, no hagáis sopa de