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LOS ASADORES EN SOPA.

Á estas palabras levanté la cabeza y agucé el oído; me dije, que tal vez me hallaba en buen camino para encontrar la receta. Ademas, el pobre prisionero me interesaba y me puse á buscar su calabozo. Di con él y penetré por la galera de la puerta.

El prisionero era pálido; llevaba una barba crecida y tenía relucientes ojos. La lámpara que alumbraba aquel sombrío recinto arrojaba una llama humeante y vacilante; las paredes estaban cubiertas de hollin y el prisionero grababa en ellas versos