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ANDERSEN.

bian preparado la fiesta eran simples siervos. Me convidaron á acercarme para disfrutar del espectáculo, aunque no muy cerca, pues al moverme habria podido aplastar á álguien de la sociedad.

Comenzaron los bailes. ¡Qué deliciosa música la que entónces escuché! Por todo el bosque resonaban cantos de las aves canoras; el cuclillo, el ruiseñor, el mirlo y hasta los cisnes, si no me engaño, ejecutaron una pieza. Era un sonido lleno y armonioso como el de un centenar de campanillas de cristal. El susurro suave de la brisa en el follaje acompañaba el canto, y un genio, golpeando en mi asador con una varilla de flores, le arrancaba el sonido más melodioso. Nunca lo habría creido posible. Este bastoncillo se convirtió en un instrumento músico. Estaba extática, y conmovida; aunque no sea más que una ratita, tengo mucha sensibilidad y lloré de alegría.

¡Qué corta me pareció la noche! Pero, en esta estacion, el sol amanece muy temprano.

Al alba, un viento fresco se llevó las banderolas y las cintas, las hermosas guirnaldas, todos los adornos del árbol de mayo. Seis genios vinieron á traerme mi asador, dándome las gracias con la mayor urbanidad, y preguntaron si, en pago del servicio que les habia prestado, deseaba algo; añadiendo que si estaba en su poder lo harían con mucho gusto.

Así la ocasion por los cabellos y les supliqué me