LOS LUSIADAS.
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Mientras esto ocurría en la hermosa
y
etérea
mansión
del omnipotente Olimpo, los belicosos nautas liendian las
dejando atrás
olas,
tre la famosa isla
mientras
el
Sur y haciendo rumbo á Oriente, ende San Lorenzo y la costa de Etiopia, el
con sus ardores á
Sol abrasaba
por temor á Tifeo se convirtieron en peces
que
los dioses
(1).
Bien se conocía que el Cielo les era propicio, pues los
empujaban blandamente: sereno estaba el aire; el tiempo bonancible, y la atmósfera sin nubes ni el menor indicio de peligro. Doblaban ya el promontorio Praso (2), así llamado antiguamente, en la costa etiópica, cuando descuvientos les
brieron en el horizonte nuevas islas que el
mar baña en torno.
El valiente capitán Vasco de Gama, cuyo levantado áni-
mo y
presas, en las
que siempre
se vio favorecido por la fortuna,
no consideró necesario detenerse playa desierta,
y
De una de nente
(3),
allí
por parecerle aquella
estaba determinado á seguir adelante,
cuando sucedió todo
las
em-
esforzado corazón le inducían á lanzarse á tales
lo
las islas,
contrario de lo que esperaba. al
parecer la
más cercana
al conti-
vieron salir unos pequeños barcos que cortaban
aguas impelidos por una ancha vela. Los portugueses,
llenos de júbilo á la vista de aquella gente inesperada, no
separaban sus ojos de las embarcaciones, diciendo para
sí
«¿Qué leyes, qué gobierno, qué costumbres serán los suyos?» Por.su figura estrecha y larga parecían los barcos veloces
(1)
que llevaban eran esteras de anchas
las velas
Tifeo, hijo del Tártaro
sus cien bocas.
Era
el jefe
y de
la Tierra,
tenia cien cabezas
de los gigantes que escalaron
dioses, algunos de los cuales se refugiaron
en
el
(2)
Este promontorio debe ser el cabo de Mozambique.
La
de Mozambique.
el
y vomiíaba fuego por
Cielo y espulsaron
mar.
(3)
isla
muy
•
á los