CANTO el
luminoso Olimpo, donde
7
I.
se decreta
el
destino de los
mortales, para tratar de las cosas futuras del Oriente. Con-
vocados de parte del Tenante viejo Atlas
acuden
(2),
tea á través del
Dejando
(1)
por
el gentil nieto del
simultáneamente por
allí
hermoso y
gobierno de las siete esferas
el
la
Via Lác-
cristalino cielo. (3)
que un poder
superior les ha confiado (alto poder que con el pensamiento
no más gobierna reúnense
allí
turo helado
el
Cielo, la Tierra
en un momento,
como
(4),
así los
también estaba
que habitaban
y donde
el
el
Arc-
el
Sur y en
las
Sol se oculta.
sublime Padre que vibra
los ter-
Vulcano, sentado en su cristalino trono de
ribles rayos de estrellas,
el
proceloso mar),
el
que residían en
los
regiones donde nace la Aurora Allí
y
con ademan
altivo,
majestuoso y soberano,
y tan
divino aspecto, que al contemplarlo convertiría en divino á cualquier mortal: su corona
más pura y
y
cetro eran de
una piedra
diáfana que el diamante.
Los demás dioses se fueron colocando en asientos lucien-
tachonados de oro y perlas, aunque no tan elevados como el de aquel, con arreglo á su rango y categoría; prites,
mero estaban los más ancianos y más abajo los menores. Tan luego como hubieron tomado asiento, Júpiter les habló en estos términos con acento grave é imponente:
— «Eternos
moradores del
del preclaro Olimpo:
brillante,
si fijáis
y
estelífero polo
vuestra atención en
el
y
valor
(1)
Sobrenombre de
(2)
Mercurio
(3)
Trata el poeta de los principales dioses que concurrieron a aquella reunión, que
fueron
liijo
Saturno,
Júpiter.
de Júpiter y de Maya.
Júpiter,
Marte, Apolo ó
el Sol,
Venus, Mercurio y Diana ó
la
Luna
dioses de otros tantos ciclos ó planetas. (4)
Los paises septentrionales que se hallan debajo de
mayor.
la
constelación Arturo ú Osa