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El jesuita Cardiel, en 1746, eleva al gobernador de Buenos Aires otro memorial sobre los Césares de la Patagonia, y cuenta de una cautiva española que, llevada por los indios á la cordillera, vió una ciudad de gente blanca, pero no española, porque hablaban una lengua que ella no entendía.

Veinte años después un presidente de Chile ordena levantar una información entre los indios por Ignacio Pinuer, intérprete oficial de Arauco, y los caciques confirman ser verdad la existencia de "la Ciudad encantada", sin omitir su descripción y el camino para llegar á ella. Uno decía haberla visto á orillas de un gran lago; otro, que había oído tocar sus campanas; otro, en fin, detallaba al pormenor las maravillas del recinto y la condición de los moradores.

El historiador Lozano cree fundada la existencia de los Césares, y habla de tres ciudades de éstos: la del Muelle, la de los Sauces y la de Hoyo. La gente de Chile agregaba dos ciudades más: una de ellas Santa Mónica del Valle, á corta distancia del estero de Cahuelmo.

Poco á poco íbase creando un imperio fabuloso de españoles en las abras de los Andes ó en el corazón de la Patagonia, en el paralelo de Chiloé. El pueblo, en vez de desmontar los andamiajes de la