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CAPITULO XIV
El derrotero de Rojas.


La noticia de los Césares había traspasado el mar y en España era comidilla de gente aventurera y asunto del día, no por las empresas de Mascardi—que de éstas sabían únicamente los señores del Consejo de Indias y algún lector privilegiado de las anuas de la Compañía de Jesús—, sino á causa de un advenenizo de Chile, llegado á la Península para impetrar del rey el descubrimiento de los Césares.

Llamábase el tal Silvestre Antonio de Rojas; había sido vecino de Buenos Aires; los indios le cautivaron en el campo y llegó á cacique entre ellos; pero "estimulado de su conciencia para morir entre cristianos" y restituirse á su patria dejando las delicias del cacicazgo, escapó á Buenos Aires á infor-