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llaje, lo había cortado para mango de rebenque.

El nombre de guerra de Melicurrá era Cacique Negro por su atezado cutis y sus negros sentimientos. Su campamento era un portugalete de pícaros y ladrones de la pampa. Venía muy rico de alhajas, mujeres y ganado que había robado en las estancias.

Parece que se sintió ofendido porque Mascardi, "el capitán de Nahuelhuapi", no le hacía un regalo proporcionado á la categoría de ambos. Acostumbrado al aguardiente, yerba y chafalonía de Buenos Aires, mal podía agradecer las chaquiras y el bizcocho, únicos obsequios que podía ofertarle el pobre misionero.

No obstante, entre ambos se cambiaron las cortesías indispensables de cacique á cacique.

Otro día, Mascardi le pidió licencia para celebrar una vista con él, y le respondió que sí. El misionero fué á su toldería, acompañado de Antullanca, y Melicurrá les dió las manos en señal de amistad. Su mujer luego empezó á cantar, y fueron llegando otras indias que acompañaron á la cacica en su canto y guiaron por la mano á los recién llegados para servirles la chicha á la puerta de la ruca. La ruca ó choza del indio del sur, está compuesta de siete ú ocho estacas, entre dos horcones, con un