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Nahuelhuapí al dominio Español, exhortó á los caciques á pedir la protección del gobernador de aquella ciudad. Así lo hicieron, y el gobernador contestó con un documento que se leyó en la plaza de la Misión; una proclama pomposa en la que se exhortaba á los indios á acatar la fe católica y ponerse bajo la obediencia del augusto don Carlos II, rey de España.

Obstáculo serio para la prosperidad de la misión era la rivalidad entre puelches y poyas, hasta el punto que, siendo vecinos, no querían vivir juntos. A fuerza de persuasiones, Mascardi consiguió que fraternizaran, y para halagar al altivo Antullanca, puso en sus manos el bastón con puño de plata, regalo del gobernador de Chile á la primera autoridad civil de Nahuelhuapí.

Toda la defensa de Mascardi consistía en su energía varonil, en su valor cristiano; no obstante, como acto posesorio, la autoridad chilena envió á Nahuelhuapí un destacamento militar. Estos pocos soldados españoles servían no tanto para imponer respeto á la soberbia de los indios, cuanto para proteger la misión de posibles ataques de las tribus vecinas, reñidas con la obra de Mascardi.

Con todo, el mayor enemigo estaba en casa; era el pérfido Antullanca que veía suplantados su auto-