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Cayo Cornelio Tácito.

linaje; mas por amistad de los príncipes honrado del consulado y del honor triunfal, gobernó las mayores provincias por espacio de veinticuatro años, no porque fuese de extraordinario valor, mas porque valía bastantemente para sólo aquello.

Sigue el consulado de Quinto Plaucio y de Sexto Papinio.

En este año ni que Lucio Aruseyo..... fuesen hechos morir, por la costumbre del mal, parecía cosa atroz; mas espantó con grande extremo el ver que Vibuleno Agripa, caballero romano, en acabando los acusadores de declarar sus culpas, sacándose en el mismo senado el tósigo del seno, se lo tragó en un punto, el cual caído en tierra medio muerto, fué por los lictores llevado prestamente á la cárcel, donde, acabado ya de morir, le dieron un garrote como si todavía fuera vivo (1). Ni á Tigranes, ya rey de Armenia, y entonces reo, pudo librar el nombre real de padecer la misma pena que si fuera ciudadano. Mas Cayo Galba, varón consular, y los dos Blesos murieron voluntariamente; Galba, por haberle prohibido César con cartas bien resentidas el sortear las provincias, y los Blesos porque los sacerdocios que se les destinaron cuanda su casa estaba entera, en amenazando ruina se los difirieron; y entonces como ya acabada del todo, se transfirieron á otros: tomaron esto por señal de muerte, y así la solicitaron por sus manos. Emilia Lepida, que fué casada, como he dicho, con Druso el mozo, á quiem imputó de varios delitos, puesto que infame ella y detestable, pasó con todo eso sin castigo mientras vivió su padre Lepido. Acusada después de adulterio con un esclavo suyo, no dudándose de la maldad, renunciadas las defensas, dejó voluntariamente la vida.

En este tiempo la nación de los Clitaros, sujetos á Arche(1) Burnouf observa que no era un lujo de crueldad, una barbarie inútil. «Importaba, dice, que Vibuleno no escapase á los verdugos, á fin de que no escapasen sus bienes á la confiscación.»)