insignia la nave que le pasó. Estando, pues, en ordenanza los dos ejércitos para darse la batalla, el Parto acordó á los suyos «el imperio de Oriente, y la nobleza de los Arsacidas, diciendo en contrario: que los Hiberos eran de baja sangre y su gente mercenaria y vil». Farasmanes ponía en consideración á los suyos, «que habiendo sido siempre libres del imperio de los Partos, cuanto más grande feese la empresa, tanto más gloriosa sería la victoria y de mayor vergüenza y peligro el volver las espaldas. Mostrábales á más de esto sus escuadrones horribles y espantosos, y las tropas de los Medos pintadas y adornadas de oro; dándoles, finalmente, á entender cómo estaba de su parte de ellos el esfuerzo varonil, y de la otra el premio de la victoria».
Mas los Sarmatas, no tanto por las palabras del capitán cuanto por sí mismos, se animaban y exhortaban unos á otros á no pelear de lejos con las saetas, sino prevenir al enemigo y llegar luego con él de cerca á las manos. Fué vario el modo de pelear, mientras los Partos con su acostumbrado artificio de dar y tomar la carga y procurar desunir al enemigo, buscan lugar para arrojar sus tiros, y los Sarmatas, dejados los arcos, el uso de los cuales es breve, con las lanzas y con las espadas los acometen, ora á modo de combate á caballo, mostrando una vez la frente y otra las espaldas, ora apiñados en cerrado escuadrón, con las fuerzas de los cuerpos y de las armas rechazaban ó eran rechazados. Ya los Albanos y los Hiberos comenzaban á apretar y á cargar de veras, haciendo la refriega dudosa al enemigo, sobre quien los caballos y de más cerca los infantes herian, cuando Farasmanes y Orodes, mientras acompañan á los valerosos y animan á les que temen, vistosos por los ornamentos y por esto reconocidos entre sí, con grandes voces, las lanzas bajas, dejan correr sus caballos el uno contra el otro. Hirió con más gallardía Farasmanes á Orodes pasándole el yelmo; mas no pudo redoblar el golpe, llevado de su caballo y defendiendo al herido los