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Los anales.—Libro VI.

de Artabano, su rey. Éste, por miedo de Germánico, se había mostrado al principio fiel al pueblo romano y tratable á los suyos; mas poco después comenzó á ensoberbecerse contra nosotros y á mostrarse cruel con sus vasallos, desvanecido con algunos sucesos prósperos de las guerras circunvecinas; y menospreciando la desarmada vejez de Titerio, deseoso de apoderarse del reino de Armenia en muriendo el rey Artaxias, dió la investidura al mayor de sus hijos llamado Arsaces, y, lo que fué tenido por mayor menosprecio, envió á pedir el tesoro que en Siria y Cilicia había dejado Vonón, amenazando que quería ensanchar los límites de su reino, conforme á como antes los tenían los Persas y Macedones, y jactándose que estaba en su mano el ocupar cuanto poseyó el rey Ciro y después el Magno Alejandro. El principal autor de enviar los embajadores secretos á Roma fué Sinaces, varón muy rico y de señalada nobleza, y con él un eunuco llamado Abdo. No se tiene por menosprecio entre aquellos bárbaros el ser un hombre castrado, antes son los tales constituídos en mayores cargos y dignidades. Estos dos, después de haber atraído á su opinión á otros, algunos de los más principales, viendo que no quedaba ya ninguno del linaje Arsacido á quien dar el reino, siendo muertos la mayor parte por Artabano y los demás de edad insuficiente, instaban en Roma que se les diese á Frahates, hijo del rey Frahates, diciendo que no necesitaban de otra cosa que del nombre y de la autoridad de César para que por su medio fuese visto uno de la sangre de los Arsacidas en las riberas del Eufrates».

Deseaba esto Tiberio, y así sin dilación pone en orden á Frahates, mandándole dar todo lo necesario para ocupar el reino paterno, firme en su antigua determinación de tratar y emprender las cosas extranjeras con artificios y astucias, procurando tener apartadas las armas y la guerra fuera de casa. Descubrió entretanto Artabano el trato de los suyos, y unas veces retardado del temor, otras incitado del deseo