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Cayo Cornelio Tácito.

incitado á que se diese la muerte, le acompañó con resolución en ella.

No se escapaban en su ocasión los acusadores de ser también castigados, como sucedió á Servilio y Cornelio, los cuales, infamados con la ruina de Escauro, porque habían tomado dinero de Vario Ligure á título de renunciar la acusación, fueron desterrados á ciertas islas con el entredicho de agua y fuego; y Abudio Rusón, que había sido edil, mientras solicita el infortunio de Lentulo Getulico, debajo de cuyo dominio había tenido el gobierno de una legión, acusándole de que había escogido por yerno á un hijo de Seyano, fué, sia que alguno le acusase, condenado él y desterrado de Roma. Gobernaba entonces Getulico las legiones de la Germania superior, amado grandemente por su liberal clemencia y modesta severidad; ni lo era poco del ejército vecino por causa de Lucio Apronio, su suegro, con cuyo calor corrió voz harto constante de que se atrevió á escribir á César que no había él de su cabeza comenzado el parentesco con Seyano, sino á persuasión suya; que se había podido engañar, como se engañó el mismo Tiberio, y que un mismo yerro no debía excusarle á él solo y ser causa de la ruina de todos los demás; que tendría fe sincera y durable mientras no se le armasen asechanzas, y en lo demás le desengañaba que admitiera el sucesor como al anuncio de su muerte; que se estableciese entre ellos una forma de conciertos tales, que al príncipe le quedase todo lo demás y á él el gobierno de su provincia». A estas cosas, aunque excesivas, se dió bastante fe, viendo que de todos los aliados y parientes de Seyano, fué sólo Lentulo el que, no sólo quedó salvo, pero muy favorecido; considerando en sí Tiberio que era aborrecido del pueblo, que se hallaba ya muy adelante en la edad, y que su estado se fundaba más en la reputación y fama que en la fuerza.

En el consulado de Cayo Sestio y Marco Servilio vinieron á Roma algunos de la nobleza de los Partos, sin sabiduría