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Los anales.—Libro VI.

Agripina que por los ruegos de Augusta. Pero faltando el odio de aquélla y el favor de ésta, tuvo su lugar la justicia; y así acusada de delitos harto claros, con sus propias manos, antes tarde que inocente, pagó la merecida pena.

La ciudad, afligida por tantos llantos, sintió este dolor más de ver vuelta á casar á Julia, hija de Druso, mujer ya de Nerón, hijo de Germánico, con Rubelio Blando, natural de Tivoli, á cuyo abuelo se acordaban muchos haber conocido del estamento de caballeros romanos. A la fin de este año, la muerte de Elio Lamia fué honrada con las mismas exequias que suelen hacerse á los censores. Este, descargado del gobierno de Siria, de que gozaba solamente el nombre, obtuvo el oficio de prefecto de Roma. Fué de sangre noble, de vejez robusta, y tal, al fin, que la negada provincia no le sirvió sino de aumento de reputación.

Muerto después Flaco Pomponio, propretor de Siria, se leyeron en el senado cartas de César en que se quejaba de que los más valerosos y aptos á regir ejércitos rehusaban este cargo, y que á esta causa se hallaba necesitado á rogar con él á los que ya habían sido cónsules; olvidado de que había diez años que se le impedía á Aruncio el ir á su gobierno de España. Murió el mismo año también Marco Lepido, de cuya modestia y prudencia he dicho harto en los primeros libros; ni es necesario mostrar más por extenso su nobleza, siendo la casa Emilia fértil de buenos ciudadanos, y los que hubo de estragadas costumbres vivieron al fin con esplendor y nobleza.

Después de un largo discurrir de siglos, en el consulado de Paulo Favio y de Lucio Vitelio, pareció en Egipto la ave fénix (1), la cual dió materia á los más ductos de aquella (1) Ave fabulosa, célebre en las tradiciones egipcias. Los autores que hablan de ella la pintan del tamaño de una águila, con un hermoso moño en la cabeza, las plumas del cuello de color de oro, la cola blanca salpicada de plumas encarnadas y los ojos brillantes. Cuando siente acercarse su fin, dicen. se