Página:Los Anales de Cayo Cornelio Tácito. Tomo I (1890).pdf/286

Esta página no ha sido corregida
268
Cayo Cornelio Tácito.

decir que de su voluntad no fué jamás autor de algún consejo servil, y cuando la necesidad le constreñia, procuraba moderarlos con tiento y prudencia. Tuvo, como he dicho, el padre censor, y vivió hasta edad de ochenta años. Mereció en Tracia el honor del triunfo, pero lo que le ocasionó mayor gloria fué que, siendo últimamente prefecto de Roma, templó con maravillosa modestia su continua potestad, tanto más grave, cuanto estaba menos en uso la obediencia.

Porque antiguamente, ausentándose los reyes y después de ellos los magistrados, para que la ciudad no quedase sin gobierno se elegía algún personaje grave que por cierto tiempo administrase justicia y proveyese á los casos repentinos. Y dicen que Rómulo dejó á Dentre Romulio, Tulo Ostilio á su sobrino Numa Marcio, Tarquino el Soberbio á Espurio Lucrecio. Usaron tras esto del mismo estilo los cónsules, y dura hoy en día esta semejanza, cuando por causa de las ferias latinas se elige uno que toma á su cargo el oficio consular. Mas Augusto, durante las guerras civiles, mandó ejercer el cargo de prefecto en Roma y por toda Italia, á Cilnio Mecenas, del estamento militar. Hecho después señor de todo, viendo la gran multitud del pueblo y que la ayuda de las leyes era sobradamente tardía, eligió de entre los consulares quien refrenase á los esclavos y aquella suerte de ciudadanos que por su atrevimiento harían insolencia si no temiesen la fuerza. Mesala Corvino fué el primero que tuvo este magistrado, aunque pocos días, como no apto para él. Ejercitóle después egregiamente Tauro Estatilio, aunque ya muy viejo. Ultimamente le administró espacio de veinte años Lucio Pisón con universal aplauso; cuyo entierro mandó el senado que fuese honrado con exequias públicas.

Quintiliano, tribuno del pueblo, dió después cuenta al senado de un libro de la Sibila (1), que Caninio Galo, uno (1) «Una mujer desconocida, dice Burnouf, que el pueblo